Declaración jurada


Llegué a este país con el viento
un hijo en el vientre
y al lado mi marido agonizante.

A causa de un ahogo hambre desesperación
dijeron
si bien yo recordaba las lágrimas de sal
y la blasfemia en mis ojos náufragos:
Maldito mar
tan calmo que dan ganas de hundirse.

No mires hacia atrás, dijo él, e después, después murió.
Cerré los ojos para no tener que ver.
Non te vayas justo ahora, te ruego, no te vayas.

Descendí en el muelle y entré en la noche.
Era la primavera del año dos mil uno.
Vi el fuego del faro sofocarse
y algunos hombres que esperaban en procesión que
de par en par la puerta de oriente se abriera.
Pero la ciudad estaba cerrada para los extranjeros, Señor,
una vez por todas las veces, cerrada.
He logrado acercarme tres veces a las aldabas
tres veces con mi valija harta de espera.

El niño nació muerto, dijeron ellos, vuélvase a casa.
Me mordí los labios.
Es que yo también estoy muerta, dios, yo también.


Ahora, a cambio de mis huellas me conecden l
a permanencia Señor,
justo a mí, que nunca he vivido
a mí que no tengo cuerpo con el cual prostituirme.
Nosotros hemos crecido en las ciudad de los ríos
estancos, donde no hay sombra que se deje.
Estamos cansados de morir, la última vez fue
seis años atrás, en el mar, bajo el cielo de un
azul ignaro, el cielo desierto de estrellas.

Tiene las yemas borradas, ¿cómo ha podido?
Cerré los puños hasta clavarme las uñas:
sólo uñas crecen depsués, sólo uñas.

Desde el muele he podido entrever la orta orilla, Señor,
deseo tanto poder alcanzar a mi marido.
No se espante si mi hijo se amamanta de mi
pezón seco.
Hay quien nace vivo y quien nace muerto.
Eso es todo.
Yo declaro de haber muerto
oficialmente en la primavera del año dos mil uno,
y no pido otra cosa que no sea la residencia.

Se lo suplico, señor,
otórguemela, Dios se lo pagará.


(V.O. en italiano)

Lost (Perdidos in translation)

Uds. se van a reír pero hasta hace poco no había visto la gran -o mejor dicho- la adictiva serie de Lost. Una amiga me la recomendó y desde que terminé el tercer capítulo pasó a ser mi insulina. Por eso, a los que no les gusta sentirse dependientes les advierto que es mejor que se abstengan. 





Yo soy de las que no pueden dejar de ver un capítulo a la semana, y como sé  todo tiene un final y esta serie ya lo tiene, me voy dando las últimas dosis sin asco ni miedo.

Eso a modo de introducción o de paréntesis, para que no se crean que es mera publicidad; lo que en realidad quería transmitirles es mi desilusión ante el doblaje del castellano, ante la monolinguística representación de él, que según mi modo de ver las cosas tiene sesgos dictatoriales. Por lo general, veo la serie en inglés, con todos las matices de voces, de acentos, con el increíble acento de Charlie de Manchester, y el de Sawyer, que si mal no recuerdo es de Texas.
Cada personaje (por no bajar al plano real, y decir, persona, y decir máscara) se define también por su origen, su lengua, su madre. 
En cambio, en el doblaje español todos hablan un único castellano chabacano.
Me dan ganas de sacar una poesía y decirles:

Te agradezco la lengua
querida madre
pero por favor te ruego
no la sometas.

Primer intento

1 de octubre: Qué tristeza: me vino.

8 de octubre: Me presento a las 10 de la mañana para que me hagan la primera ecografía ginecológica. La residente escribe algo en mi carpeta clínica, me pregunta cuándo fue la última vez que tuve relaciones sexuales con F., dice que ellos ya me dirán cuando tendré que suspenderlas, y luego me pregunta donde doy clases de español. Para no explicarle que ya no trabajo en el instituto, miento y digo que sigo en el ex Cervantes. No sé si querría encontrármela fuera del hospital.

10 de octubre: a las 7 de la mañana, vestida de marinerita para hacer la regata de la Barcolana, el Dr. Fisch me hace una ecografía. No dice palabra. Me pregunto qué sentirá, si envidia o pena.

12 de octubre: De vuelta una ecografía a las 7 a.m. con el Dr. Fisch. El día antes sin darme cuenta me había emborrachado. Me pregunto si sentirá mi mal aliento. Entro en el consultorio, un cuartito de dos por dos; como las otras veces me desvisto de la cintura para abajo en el baño adyacente. Llevo un buzo largo que me cubre las entrepiernas. Subo a lo que parece un pedestal con forma de asiento y abro las piernas. El Dr. me introduce por la vagina una especie de bastón recubierto con un preservativo y untado con vaselina. Me pregunta si he presentado el auto certificado de matrimonio o convivencia more uxorio. "No sé, entregué un módulo que me dieron".
No era ése, ése era el consentimineto, no el certificado. Si no lo traigo para la próxima, no podré seguir adelante con el tratamiento. No logro responder y él me hace pasar al cuartito de al lado. "Código fiscal", dice, y yo saco la billetera con la tarjeta sanitaria. Se la paso pero él me ordena que se lo dicte. "Tendrá que darse una inyección esta misma noche. ¿Ya tiene Gonasi en casa?" "¿Qué cosa?", digo, cada vez más desahuciada.
"Gonasi", dice, "le receto dos cajas.  Su marido tiene que venir el jueves a las 8: 30. Usted, una hora y media después". Asiento y lo escucho preguntar:"¿Sexo?".
No entiendo.
"La última vez que tuvo relaciones sexuales..." 
Digo que el día antes y me pregunto si es correcta como respuesta, visto que F. de los nervios no acabó.
"Bueno, desde ahora, tranqui", dice como si fuéramos a matarnos y después me despide. 

Llego a casa y me paso el día en la cama como si me hubiesen molido a palos.

15 de octubre: Llego a las 11. F. ya vino a la mañana temprano para recolectar el líquido seminal y entregarlo junto a nuestro certificado de matrimonio. Ellos elegirán los más aptos, dice el folleto informativo, y ahroa pienso en Darwin.
En pocos minutos el Dr. Erizo, al que había consultado desde el principio en las charlas pero que sólo ahora aparece, me hace pasar a un cuartito minúsculo. La enfermera me recibe y me dice que haga de cuenta que estoy en una consulta ginecológica, que me desvista y me suba a la camilla. Hago como me indica. Pongo los pies en los estribos y abro las piernas. Pienso en los toros inseminados por mi padre. El Dr. dice que me introducirá un catéter largo, que no duele pero que si siento cualquier molestia, que le avise. La enfermera robusta y amable lo ayuda, me aprieta fuerte la panza como si en lugar de estar por hacerme una inseminación estuviese por parir. 
Luego la veo salir y volver con un frasquito. Me pregunta: "¿Sánchez- Fulanito?", y yo dudo por un segundo, pero digo que sí.
Terminan y me ponen una cinta adhesiva para mantener pegado el catéter a mi pierna. La enfermera dice que puedo ir al baño a hacer pis normalmente y el Dr. Erizo me pide que vuelva a las 3 horas para que me saque el tubito. Luego se va y la enfermera apaga la luz, reclina la camilla y dice que me relaje, que me dejará sola por cinco minutos y luego vendrá a explicarme lo que me han hecho.
Me quedo quieta. Recuerdo a mi madre al teléfono; me dice que después de tener relaciones sexuales me tengo que quedar en la cama, recostada por un rato, sin ir al baño.
Cuando la enfermera vuleve han pasado veinte minutos. Me explica lo que tengo que hacer y lo único que le pregunto es si tenía que darme una o dos inyecciones de las que me había recetado el D. Fisch. Dice que si me di una, hice bien.
Cuando me voy por el pasillo otra enfermera me dice: "Auguri" ("Buena suerte") y yo se lo agradezco aunque la necesidad de suerte me hace sentir una convaleciente.

29 de octubre- Llamo por teléfono a la clínica. La persona que me atiende, luego de escucharme hablar de inseminación y procreación asistida, me dicta otro número de interno. Atiende un hombre. Como en la llamada anterior, sin pensar dos veces digo nombre y apellido y comunico que estoy indispuesta, que me ha venido el 27, que qué tengo que hacer. Escucho un breve silencio de su parte, si quiero puedo volver a intentarlo este mes.
Digo que sí y me da turno para el martes.

Sara




te espero cada mes que aún
no sos y desangrás
un rosario de lunas nuevas.

soy sin vos un grial lleno de sangre
una clepsidra de los días
hasta que salgo de vuelta a ser madre;

planto semillas en la nevera
para luego en un cementerio
congelarlas a la vera.

soy el final
por eso te espero, los ojos llenos de nanas
Niño que no llegás a mis entrañas.

cada mes te canto
con deseos me broto
de deseos que se enmarañan.

te estoy tejiendo una manta
de sonrisas y de paciencia,
me estoy armando un hueco
y ora me descoso, ora me remiendo.

aunque digan que no tengo
mano verde, te espero.
llegará la luna a mi cénit
si por una vez la semilla no se me muere.