bellísima foto de un tableu vivant.
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La autómata
“Nel buio, colto dalla paura, un bambino si rassicura canticchiando[...]Può accadere che il bambino si metta a saltare, mentre canta, che acceleri o rallenti la sua andatura; ma la canzone stessa è già un salto: salta dal caos a un principio d'ordine nel caos, e rischia di smembrarsi ad ogni istante. C'è sempre una sonorità nel filo d'Arianna. O il canto di Orfeo.” Deleuze-Guattari. Sul ritornello.
Tuvieron que pasar cien años, treinta y cinco mil quinientos veinticinco días, un siglo entero para que por fin me desprendiera de la cajita. La suerte me había llegado poco antes, cuando el anticuario me vendió a Silvia y a Mónica, que hacía poco más de un mes esperaban una beba e iban por ahí en busca de cosas para decorarle la pieza. Yo vivía en la cajita de música, sobre un perno donde apenas si cabía; por lo general permanecía días y días quieta, llegué a estar quieta durante años hasta que ellas vieron en mí una cajita de cristal, en la cajita una flor y en la flor el pubis de una niña.
Me llamaron Orquídea. Mónica y Silvia creían que las cosas también tienen alma. Se divertían poniéndole nombre a los seres con los que se encariñaban, por eso me llamaron Orquídea aunque a veces me decían Pajarita: parece una pajarita sobre un cable de acero, dijo una vez Mónica, y Silvia, la corrigió: pero mirá, mirá cómo dobla las rodillas, cómo le aletea el vestidito cuando brinca, es preciosa, huele a talco, a polvo de ángel en el zaguán de un patio estrellado, dijo, y Mónica le dio un beso.
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