el dedo en la llaga

En el sitio de Daniel Link encontré el fotomontaje de Marcos López de una autopsia forense, con el cuerpo de una mujer en una camilla, como si fuera el cuerpo de Jesucristo donde uno de los médicos señala la llaga.
Me hizo acordar al artista  Maud Faessler, su obra fotográfica Autopsie, que supongo no aparece en internet por el alto impacto de las fotos a las que sólo pude echarles un ojo de las náuseas que me producían. Vi la obra hace una semana en el MAMCO -museo de arte contemporáneo de Ginebra-, y se cumplió la profecía del cuidador que me advirtió que esa noche tendría pesadillas. Las fotos eran una autopsia sin eufemismos ni sublimaciones, un cuerpo que de foto en foto iba perdiendo el color y se lo iba diseccionando cada vez más. Estaba bastante cerca de eso que algunos llaman realidad y que a mí me cuesta cada vez más distinguir, decir qué es, dónde termina.

El fotomontaje de Marcos López me hizo acordar a ese artista, y también a Alessandro Laverda, que está estudiando las miniaturas y la pintura en relación al discurso científico en el Renacimiento y al veto de abrir los cuerpos.

Lo único que sentí de real en las fotos de las autopsias  era que no había sublimación, casi como si fueran el discurso cero, como si fueran una mera prueba, una constatación que por eso mismo, por la fría profesionalidad, perturba.
En Marcos López la foto quiere ser una copia de algo que alguna vez vimos. Una copia que cuenta una historia, la del cuerpo sobre la camilla, y también la de la fotografía. No te revuelve las tripas sino que te hace un guiño, como el hombre en primer plano que muestra el arma del delito. Están más cerca de la pintura y de la narración que del cuerpo referencial, como si el motivo fuera la naturaleza muerta del hombre y en lugar de una mesada hubiera una mesa de disección.

El cuerpo es, en ambos casos, el lugar donde quedan las huellas, las marcas de la enfermedad, del crimen, del tiempo. El dedo en la llaga.