Llegué a este país con el viento
un hijo en el vientre
y al lado mi marido agonizante.
A causa de un ahogo hambre desesperación
dijeron
si bien yo recordaba las lágrimas de sal
y la blasfemia en mis ojos náufragos:
Maldito mar
tan calmo que dan ganas de hundirse.
No mires hacia atrás, dijo él, e después, después murió.
Cerré los ojos para no tener que ver.
Non te vayas justo ahora, te ruego, no te vayas.
Descendí en el muelle y entré en la noche.
Era la primavera del año dos mil uno.
Vi el fuego del faro sofocarse
y algunos hombres que esperaban en procesión que
de par en par la puerta de oriente se abriera.
Pero la ciudad estaba cerrada para los extranjeros, Señor,
una vez por todas las veces, cerrada.
He logrado acercarme tres veces a las aldabas
tres veces con mi valija harta de espera.
El niño nació muerto, dijeron ellos, vuélvase a casa.
Me mordí los labios.
Es que yo también estoy muerta, dios, yo también.
Ahora, a cambio de mis huellas me conecden l
a permanencia Señor,
justo a mí, que nunca he vivido
a mí que no tengo cuerpo con el cual prostituirme.
Nosotros hemos crecido en las ciudad de los ríos
estancos, donde no hay sombra que se deje.
Estamos cansados de morir, la última vez fue
seis años atrás, en el mar, bajo el cielo de un
azul ignaro, el cielo desierto de estrellas.
Tiene las yemas borradas, ¿cómo ha podido?
Cerré los puños hasta clavarme las uñas:
sólo uñas crecen depsués, sólo uñas.
Desde el muele he podido entrever la orta orilla, Señor,
deseo tanto poder alcanzar a mi marido.
No se espante si mi hijo se amamanta de mi
pezón seco.
Hay quien nace vivo y quien nace muerto.
Eso es todo.
Yo declaro de haber muerto
oficialmente en la primavera del año dos mil uno,
y no pido otra cosa que no sea la residencia.
Se lo suplico, señor,
otórguemela, Dios se lo pagará.
(V.O. en italiano)