1 de octubre: Qué tristeza: me vino.
8 de octubre: Me presento a las 10 de la mañana para que me hagan la primera ecografía ginecológica. La residente escribe algo en mi carpeta clínica, me pregunta cuándo fue la última vez que tuve relaciones sexuales con F., dice que ellos ya me dirán cuando tendré que suspenderlas, y luego me pregunta donde doy clases de español. Para no explicarle que ya no trabajo en el instituto, miento y digo que sigo en el ex Cervantes. No sé si querría encontrármela fuera del hospital.
10 de octubre: a las 7 de la mañana, vestida de marinerita para hacer la regata de la Barcolana, el Dr. Fisch me hace una ecografía. No dice palabra. Me pregunto qué sentirá, si envidia o pena.
12 de octubre: De vuelta una ecografía a las 7 a.m. con el Dr. Fisch. El día antes sin darme cuenta me había emborrachado. Me pregunto si sentirá mi mal aliento. Entro en el consultorio, un cuartito de dos por dos; como las otras veces me desvisto de la cintura para abajo en el baño adyacente. Llevo un buzo largo que me cubre las entrepiernas. Subo a lo que parece un pedestal con forma de asiento y abro las piernas. El Dr. me introduce por la vagina una especie de bastón recubierto con un preservativo y untado con vaselina. Me pregunta si he presentado el auto certificado de matrimonio o convivencia more uxorio. "No sé, entregué un módulo que me dieron".
No era ése, ése era el consentimineto, no el certificado. Si no lo traigo para la próxima, no podré seguir adelante con el tratamiento. No logro responder y él me hace pasar al cuartito de al lado. "Código fiscal", dice, y yo saco la billetera con la tarjeta sanitaria. Se la paso pero él me ordena que se lo dicte. "Tendrá que darse una inyección esta misma noche. ¿Ya tiene Gonasi en casa?" "¿Qué cosa?", digo, cada vez más desahuciada.
No era ése, ése era el consentimineto, no el certificado. Si no lo traigo para la próxima, no podré seguir adelante con el tratamiento. No logro responder y él me hace pasar al cuartito de al lado. "Código fiscal", dice, y yo saco la billetera con la tarjeta sanitaria. Se la paso pero él me ordena que se lo dicte. "Tendrá que darse una inyección esta misma noche. ¿Ya tiene Gonasi en casa?" "¿Qué cosa?", digo, cada vez más desahuciada.
"Gonasi", dice, "le receto dos cajas. Su marido tiene que venir el jueves a las 8: 30. Usted, una hora y media después". Asiento y lo escucho preguntar:"¿Sexo?".
No entiendo.
"La última vez que tuvo relaciones sexuales..."
No entiendo.
"La última vez que tuvo relaciones sexuales..."
Digo que el día antes y me pregunto si es correcta como respuesta, visto que F. de los nervios no acabó.
"Bueno, desde ahora, tranqui", dice como si fuéramos a matarnos y después me despide.
Llego a casa y me paso el día en la cama como si me hubiesen molido a palos.
15 de octubre: Llego a las 11. F. ya vino a la mañana temprano para recolectar el líquido seminal y entregarlo junto a nuestro certificado de matrimonio. Ellos elegirán los más aptos, dice el folleto informativo, y ahroa pienso en Darwin.
En pocos minutos el Dr. Erizo, al que había consultado desde el principio en las charlas pero que sólo ahora aparece, me hace pasar a un cuartito minúsculo. La enfermera me recibe y me dice que haga de cuenta que estoy en una consulta ginecológica, que me desvista y me suba a la camilla. Hago como me indica. Pongo los pies en los estribos y abro las piernas. Pienso en los toros inseminados por mi padre. El Dr. dice que me introducirá un catéter largo, que no duele pero que si siento cualquier molestia, que le avise. La enfermera robusta y amable lo ayuda, me aprieta fuerte la panza como si en lugar de estar por hacerme una inseminación estuviese por parir.
Luego la veo salir y volver con un frasquito. Me pregunta: "¿Sánchez- Fulanito?", y yo dudo por un segundo, pero digo que sí.
Terminan y me ponen una cinta adhesiva para mantener pegado el catéter a mi pierna. La enfermera dice que puedo ir al baño a hacer pis normalmente y el Dr. Erizo me pide que vuelva a las 3 horas para que me saque el tubito. Luego se va y la enfermera apaga la luz, reclina la camilla y dice que me relaje, que me dejará sola por cinco minutos y luego vendrá a explicarme lo que me han hecho.
Me quedo quieta. Recuerdo a mi madre al teléfono; me dice que después de tener relaciones sexuales me tengo que quedar en la cama, recostada por un rato, sin ir al baño.
Cuando la enfermera vuleve han pasado veinte minutos. Me explica lo que tengo que hacer y lo único que le pregunto es si tenía que darme una o dos inyecciones de las que me había recetado el D. Fisch. Dice que si me di una, hice bien.
Cuando me voy por el pasillo otra enfermera me dice: "Auguri" ("Buena suerte") y yo se lo agradezco aunque la necesidad de suerte me hace sentir una convaleciente.
29 de octubre- Llamo por teléfono a la clínica. La persona que me atiende, luego de escucharme hablar de inseminación y procreación asistida, me dicta otro número de interno. Atiende un hombre. Como en la llamada anterior, sin pensar dos veces digo nombre y apellido y comunico que estoy indispuesta, que me ha venido el 27, que qué tengo que hacer. Escucho un breve silencio de su parte, si quiero puedo volver a intentarlo este mes.
Digo que sí y me da turno para el martes.
Digo que sí y me da turno para el martes.
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