Herencia

Heredo, de la que yo era,
un ovillo rojo
hilado en la desnudez y la ceguera;
heredo una alfombra desflecada y raída
de una abuela ajena,
un fondo que ramifico en corales
y arabescos para ver si acaso
vuelo;
heredo retazos ajenos
que en el adiós nadie quiso:
vidas que conservo aguardando el tiempo
de las mariposas y el remiendo.

Heredo modales bruscos y a veces
la boquita roja de mis antepasadas,
los ojos de mar verde
de mi madre,
la testadurez de mi genealogía vasca,
[h]usos olvidados y el antiguo gesto
de la abuela, el gesto de coser la materia
para ser sin que nadie me sienta.

Heredo el gusto de revolcarme
en la tierra.
Heredo
la tozuda esperanza
de saber relamerte las llagas,
Hábitos de hechicera
que sopla sobre las palabras
y las tiene encendidas
y las abrasa.

Heredo un cuerpo de piedra,
un humor de gata,
un lecho de polvo, una voz
de gorrión mudo
de tanto: Desafinas,

un gorrión que canta solo
en susurros
cuando la tierra espera

y el cielo refucila
y la garúa silencia.

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