Fernando Vallejo


Estoy leyendo su último libro, El don de la vida, una cínica y divertida reflexión del mundo de hoy. Todavía no lo he terminaod pero ya puedo adelantar que es como para mearse de la risa y después llorar sin lágrimas porque la cagada es que todo es bastante cierto: Colombia, la cultura global, la religión, la iglesia, Roma con sus papas que son césares avalando la reproducción en un mundo donde no cabemos y no hay qué comer y la mujer que pare y pare y dios que para lo único que sirve es para mandar catástrofes.
El libro es el diálogo -platónico- entre el protagonista, Vallejo, y un amigo que por momentos no se diferencia para nada de él mismo y que no se sabe bien quién es. Al menos no por ahora. Los dos están sentados en el banco de una plaza en Medellín, mientras el protagonista -viejo lúcido y nostálgico- intenta levantarse a los muchachos que pasan y la gente va cayendo muerta; cae muerta así, como si nada. entonces Vallejo anota un muerto más en su inventario de muertos. Unos setencientos ha conocido en vida, desde la abuela hasta Juan Pablo segundo, el ex papa, pasando por sus perros, por el que nunca puede faltar, Borges, y Octavio Paz y otras tantas figuritas de los últimos años.
Una reflexión mordaz. Divertida.

ética del contador de entradas

Hoy puse el contador en el blog y resulta que una vez que lo pongo aparece un mensaje en el que me advierten que, si lo deseo, puedo acelerarlo. ¿Cómo? Sí, sí. Inflarlo. "Seguramente ud. no querrá empezar de cero", proponía el Mefistófeles de este nuevo mundo virtual. 
Y el guacho sabía bien de lo que estaba hablando. Bue, pensé, mi perfil fue modestamente consultado por unas 500 personas. Puedo poner ese número.
Podía poner lo que quisiera. En lugar de empezar de cero mi contador empezaría por la cifra de quinientos, cien, mil, diez mil. Lo que mi estima considerase oportuno.
Una vez más, detrás estaba el puto lema: "Hay que saber venderse".
Pues no, carajo. No me vendo ni por todo el culo del mundo. Allá uds. si se comen ese sapo. 
Yo había entrado para llevarme gratis un contador y así saber a cuánta gente le interesa las burradas que digo y pienso, y en su lugar se me ofrece hacerme pasar por el más leído de los blogs, subirme la auto estima, engañar a los pocos lectores que tengo. 
Y lo más perverso es que el contador es gratis pero inflarlo, no inflarlo no. Para inflarlo hay que llamar a un número...obtener un código. 

He aquí la ética del contador. (Cuando publico esta nota marca el número: 14)

I- L'opinione del sindaco

Si vestì senza guardare il cielo e coi tacchi scivolò per strada. Il sindaco disse: dovete andare più attenti. Rincasò a tentoni. Era invecchiata.

cómo gusta

¡Qué gusto da armar ídolos estéticas decirle a los otros cómo qué deben hacer y no hacer, auto coronarse paladines de la cult-tortura! ¡Cómo nos gusta el tema del grupito retro adolescente que se da palmaditas en la espalda y se masturba con las propias frases, le proprie bravate! ¡Cómo nos gusta buscar en internet la nostalgia de la televisión de antes de los discursos de antes y hablar de lo que una vez fuimos y ya no somos y deberíamos ser!
Montale presiento tenía razón al no tener nada que decir sobre lo que hay que hacer sino más bien de lo que capaz no habría que hacer.

Dafne



Escapo si deseas
atarme un delantal a la cintura.

Madre que por envidia,
o quizá padre
que nada preserva,
me salvaron del asedio
y en laurel me convirtieron.

Ahora,
abrazo la tierra.

Antígona




A mis ojos, nada te ha hecho más viva,
Antígona,
ni la soberbia de tus gestos
que otros llaman tesonería,
ni la rebelión contra el cetro
cuya moral de panfleto
se pregona todavía,
ni siquiera tu juventud arrolladora
mezcla de furor tedio valentía
que adolece del rol en familia,
esa tragedia sin mayor zozobra;
nada te volvió más mía
como escavar la tierra con las manos,
levantar un puñado y que una hazaña sea
cubrirte el cuerpo de fango.

Junio de 2007

Estrofa de un Tango

a J.L. Borges


Entre el puñal y el amor
no había tanto.

Yo por vos
lo he matado.

I- La mariposa negra



de tanto buscar sol de noche
pálida
quedó la falena.

tembló en espasmos detrás del vidrio
hasta que la casa quedó a oscuras
y hubo de buscar otro nido
por la penumbra
una bujía.