Estoy leyendo su último libro, El don de la vida, una cínica y divertida reflexión del mundo de hoy. Todavía no lo he terminaod pero ya puedo adelantar que es como para mearse de la risa y después llorar sin lágrimas porque la cagada es que todo es bastante cierto: Colombia, la cultura global, la religión, la iglesia, Roma con sus papas que son césares avalando la reproducción en un mundo donde no cabemos y no hay qué comer y la mujer que pare y pare y dios que para lo único que sirve es para mandar catástrofes.
El libro es el diálogo -platónico- entre el protagonista, Vallejo, y un amigo que por momentos no se diferencia para nada de él mismo y que no se sabe bien quién es. Al menos no por ahora. Los dos están sentados en el banco de una plaza en Medellín, mientras el protagonista -viejo lúcido y nostálgico- intenta levantarse a los muchachos que pasan y la gente va cayendo muerta; cae muerta así, como si nada. entonces Vallejo anota un muerto más en su inventario de muertos. Unos setencientos ha conocido en vida, desde la abuela hasta Juan Pablo segundo, el ex papa, pasando por sus perros, por el que nunca puede faltar, Borges, y Octavio Paz y otras tantas figuritas de los últimos años.
Una reflexión mordaz. Divertida.
El libro es el diálogo -platónico- entre el protagonista, Vallejo, y un amigo que por momentos no se diferencia para nada de él mismo y que no se sabe bien quién es. Al menos no por ahora. Los dos están sentados en el banco de una plaza en Medellín, mientras el protagonista -viejo lúcido y nostálgico- intenta levantarse a los muchachos que pasan y la gente va cayendo muerta; cae muerta así, como si nada. entonces Vallejo anota un muerto más en su inventario de muertos. Unos setencientos ha conocido en vida, desde la abuela hasta Juan Pablo segundo, el ex papa, pasando por sus perros, por el que nunca puede faltar, Borges, y Octavio Paz y otras tantas figuritas de los últimos años.
Una reflexión mordaz. Divertida.
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