Vértigo del tiempo II



Aunque no enciendas

las velas, el tiempo

igual pasa.


Blanco




Copo a copo

el suave contorno de las cosas, 

Nos menos que ceniza es

la naturaleza muerta,

hecha polvo

la tierra.


Balloons

Moon is full of balloons,
joys and fears
blown away soon
in the very first years.

[2014, @mariasanchezpuyade]

Herencia

Heredo, de la que yo era,
un ovillo rojo
hilado en la desnudez y la ceguera;
heredo una alfombra desflecada y raída
de una abuela ajena,
un fondo que ramifico en corales
y arabescos para ver si acaso
vuelo;
heredo retazos ajenos
que en el adiós nadie quiso:
vidas que conservo aguardando el tiempo
de las mariposas y el remiendo.

Heredo modales bruscos y a veces
la boquita roja de mis antepasadas,
los ojos de mar verde
de mi madre,
la testadurez de mi genealogía vasca,
[h]usos olvidados y el antiguo gesto
de la abuela, el gesto de coser la materia
para ser sin que nadie me sienta.

Heredo el gusto de revolcarme
en la tierra.
Heredo
la tozuda esperanza
de saber relamerte las llagas,
Hábitos de hechicera
que sopla sobre las palabras
y las tiene encendidas
y las abrasa.

Heredo un cuerpo de piedra,
un humor de gata,
un lecho de polvo, una voz
de gorrión mudo
de tanto: Desafinas,

un gorrión que canta solo
en susurros
cuando la tierra espera

y el cielo refucila
y la garúa silencia.

es la hora difícil del amor

Es la hora difícil del amor.
Maullan de encierro
los gatos en los alféizares;
las lágrimas rojas de las rosas
se han vuelto violetas hora
que no hay nadie que las huela;
tu voz, tu voz hecha silencio
ayer cuando supe:
preferiría no tener que verte
sin tocarte.

Es la hora difícil del amor.
No quedan en los bolsillos
ya casi resto de besos. Hora
sólo queda quererse con la imaginación
desde lejos, comunicando descargas
en el cuerpo, desde el sueño,
con fogatas y fulgores e incendios.

Es la difícil hora del amor,
se te agarrotan los abrazos
y las palabras ya no dicen sino
que estamos húmedos de hastío
y se hace de noche y sólo queda
el vino.

Es tan difícil esta hora cuanto lo es
besarte las flaquezas
en el tiempo vacío e infinito
de la cebolla que no
te lagrimea.

Quisiera saber abrazarte
el cuerpo de cubito.
Quisiera alzarte los ojos, susurrarte
besos a cada sílaba,
en cada repiqueteo contra el paladar
de la lluvia en mi lengua:
decirte: es la hora difícil
Amor.

el sapo




Es amplio
y húmedo el baño.  
En este baño
se puede llorar tranquila;
sólo haría falta una chimenea
la frazada que llevaba de pequeña
y en lugar de la Biblia un libro
para darme la misa
como un sacerdotisa
al espejo, a mí misma.

Es ahí, en el rincón verde
de los azulejos  
donde a veces me encuentro
con el sapo.
No me mira.
Capaz es siempre el mismo
por eso es tan viejo.  
Siempre.
No me mira,
capaz esté ofendido  
porque no es
eso y sin embargo  
es un sapo.

Me pasa lo mismo que de chiquita  
sólo que ahora
lo que me pasa.
Tengo miedo de quedarme  
ciega si por azar
cuando lo miro él
se venga y me mea.

En verano solía venir  
de visita.
Traía las buenasnoches  
y una que otra víbora
de la sierra.
Yo abría la puerta y él
por encima del umbral
saltaba  
e iba a arrinconarse
asustado
a algún lado.

Nunca lo vi fumar.

Me acuerdo de alguien 
que tuvo las agallas
de besarlo
aunque puede que sea
sólo fábula.
Yo nunca pude
hacerlo
capaz por eso
estaba enojado
capaz por eso
si me le acercaba él
estoico me ignoraba
aunque alguna vez
lo haya visto por dentro
que temblaba.  

Con él es siempre
la misma historia:  
Un buen día
cuando el rocío en la canilla
cairel se hace y entre
los narcisos de la empalizada
las ranas ya no cantan,
él desaparece por el monte
para volver con el perfume
del aguacero
una noche de grillos
y mariposas en las faldas,
para volver ahí mismo,  
al rincón desde donde
en sus ojos  
mirándolo me veo.

La enfermedad profesional_ Giacomo Sandrón

 
La enfermedad profesional

Es una acontecimiento dañino
que se manifiesta de forma no violenta
y de modo agresivo con el tiempo,
que debe ser contraída en el ejercicio
y a causa del trabajo, como por ejemplo
tengo las pelotas llenas que me crecen y crecen y crecen
y llegan a restregar hasta por el piso.
O esta gana de gritar, no sé,
viene de golpe, iré
por la tercera vez en menos de un mes:
plantarse en medio de la sección y mandar
uno, dos, tres gritos fuertes
que logren pasar por encima
del masticar de las máquinas
de los martillazos, de los batacazos, de los
virgen santa que se queden callados todos, ¡cállense!
Que yo no sé, si sigue así, yo no sé.

O si no abandonarlo todo en silencio,
dejarlo,
agarrar la campera, el paraguas, el agua
irse sin hacer otro movimiento
que no sea poner
un pie detrás del otro, sin Che,
sin Chau, nos vemos.
Y sin embargo sentiría mucho no saludar
al menos a dos-tres personas,
que tomo el café con ellos,
cruzar dos palabras,
estrecharle la mano una vez más
a Flavio dejarle dos cigarrillos
que se los fume en paz arrancándole
la punta como hace de costumbre
que él, a este punto, cinco-seis años,
si le sale bien
y el último día se lo toma libre
o da parte de enfermo, dijo,
Minga que voy a trabajar.

trad. María Sánchez Puyade